A mediados de los años 90, surgió un nuevo modelo de familia: perrhijos. Las parejas millennials han decidido postergar la llegada de los hijos o definitivamente, no tenerlos, a cambio de un mejor nivel de vida, la realización de metas profesionales y personales, viajes, casa propia y un retiro temprano. Pero el instinto paternal los ha hecho llenar ese espacio con mascotas. Hoy, Día Internacional de la Familia, celebramos a los perrhijos, la nueva familia que llegó para quedarse.
El fenómeno de las familias con perrhijos existe desde hace varios años a nivel mundial. Primero fue Europa, especialmente en Francia, España y Alemania, a la par de Japón. Luego se extendió a Estados Unidos y otros países de América como Canadá, Argentina y desde luego, México.
En nuestro país existen 5.4 millones de hogares con perros. De éstos, un alto porcentaje son “hijos únicos”, es decir, no tienen “hermanos” humanos. El Consejo Nacional de Población señala que en los últimos 20 años, los jóvenes se han vuelto más proclives a adoptar mascotas en lugar de tener descendencia.
Aunque el modelo tradicional de papá, mamá e hijos sigue existiendo, las parejas en edad de formar familias prefieren hacer a un lado la enorme responsabilidad de educar seres humanos, sumar los ingresos de ambos y convertir a los animales de compañía en sus bebés.Miles de estudios sociológicos en todo el mundo, apuntan a que los perrhijos son el nuevo modelo de familia mexicana que llegó para quedarse.
Además de una extraordinaria compañía, los lomitos han resultado ser una industria que cada año mueve millones de dólares. Los dog parents no escatiman en gastos para sus perrhijos: alimento de la mejor calidad, escuelas de entrenamiento, muebles de lujo, ropa, disfraces de Halloween o Navidad, fiestas de cumpleaños, viajes y si no es posible llevarlos consigo, procuran dejarlos en guarderías, con pet sitters de confianza o en hoteles exclusivos para ellos.
Los psicólogos, sociólogos y economistas ven con cierta preocupación este fenómeno, ya que la población de infantes se ha visto reducida significativamente, al tiempo que se incrementa la de adultos mayores -que ya no son parte de la población económicamente activa-. Las implicaciones que esto puede traer en un futuro a mediano plazo son dramáticas: manos población que genere Producto Interno Bruto (PIB) y recursos para el estado y un mayor número de personas de las que el gobierno debe ocuparse. Sin embargo, los animales representan en muchos sentidos, un beneficio para los humanos.
Este modelo de familia mexicana, los perrhijos, ha generado una nueva cultura de la adopción de animales en situación de calle, que en algo compensará la todavía altísima tasa de abandono de perros y gatos (en México existen casi 13 millones de perros sin hogar). También ha surgido un mercado que genera muy buenos dividendos para el gobierno, considenado la cantidad de impuestos que se recuadan gracias a las mascotas. Y lo más importante, las personas que han elegido vivir individualmente -cada año aumenta el número de hogares unipersonales- o quienes por una variedad de circunstancias, tienen que vivir solos, encuentran en los animales de compañía una magnífica forma de socializar o hasta evitar enfermedades como al depresión.
Pero por otro lado, a juicio de muchos psicólogos, estas nuevas familias mexicanas están llevado las cosas al extremo.
Los perrhijos se han vuelto el centro del núcleo familiar, reciben un trato idéntico al de los niños humanos del clan. También son nietos, sobrinos y en algunos casos, tienen niñera. Todos los familiares se encargan de colmar al suave lomito de atenciones, regalos, gadgets para su mayor comodidad y procuran que nunca se sienta excluido. Al grado que muchas personas afirman prefierir la compañía de un perro a la de otro ser humano. No se les puede culpar, los perros son los seres más nobles del mundo.
Hoy en día tenemos a la mano servicios como organizadores de fiestas para perros, velatorios y cementerios para perros, hoteles, restaurantes con menú canino, secciones para sus juegos en los parques, clínicas de medicina alternativa y hasta spas. Esto no es algo necesariamente malo, pero sí atípico, a decir de los etólogos (especialistas en comportamiento animal), quienes consideran que la cultura de los perrhijos va en contra de la naturaleza del animal.
Darles una alimentación sana, balanceada, con ingredientes de calidad para consumo humano, sí. ¿Pasearlos en carriola? Mmmm… Ponerles un impermeable para la lluvia, tal vez; disfrazarlos de Chucky y llevarlos a pedir calaverita, habría que preguntarle al perro qué tan divertido le resulta.
¿Cómo cambiaron de perros a perrhijos?
Según la revista Forbes, el término “perrhijo” empezó a usarse en México en el año 2011, para englobar en una sola palabra el concepto de perro e hijo. El sustantivo se volvió tan popular que en 2013 se abrió una página de Facebook con el nombre “Perrhijos”. Hoy cuenta con aproximadamente 220,000 seguidores.
Nos guste o no, los perrhijos son un nuevo modelo de familia mexicana que llegó para quedarse. Aceptémoslo, ellos están aquí para enseñarnos que los tiempos cambian, que el respeto a los animales es importante y que la frase “llevar vida de perro”, hoy significa algo diferente. Sin embargo, debemos estar conscientes de los riesgos de tratar a un perro como a un hijo humano en un sentido exagerado. No debemos despojarlos de su dignidad y de su esencia. Humanizar a un animal es alejarlo de su naturaleza y habría que pensar si en lugar de “amor humano”, no los estamos tratando como objetos.
En LuckyDog pensamos que mientras se mantenga el equilibrio entre el trato amoroso a los perros y el respeto a sus derechos, las familias con perrhijos son simplemente eso, un nuevo estilo de vida donde los dueños han aprendido a disfrutar de la compañía de los animales tanto como de la de sus congéneres.
Los perros son seres increíblemente nobles, fieles, amorosos, y el amor es amor en cualquiera de sus formas.
Tal vez ese Milaneso que rescatamos de un refugio ha venido a recordarnos la forma de amar más honesta y generosa que existe: la amistad.
Afirma Raúl Valadez Azúa, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM: “no hay cultura o civilización en la que los perros no estén presentes. Esta convivencia es real, con esquemas de comunicación, vínculos afectivos, alimento y espacio compartidos, cuidado mutuo y en donde los individuos adultos reconocen a las crías del otro como seres que deben ser protegidos”.
La domesticación de los animales ha evolucionado desde ese punto en que eran útiles compañeros de cacería, hasta convertirse en los seres más amados de una familia; el alivio a la soledad, la cura de enfermedades emocionales, guardianes del hogar, héroes con colas, trabajadores responsables y los roommates más divertidos del mundo.
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